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Carey Beach: el refugio donde la quietud es un lujo 🌴✨

  • Camilo Lobo Juan
  • 22 oct
  • 3 Min. de lectura

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Son las 6:08 p.m. mientras escribo esto. Mi esposa se estira en silencio haciendo yoga frente a la playa, con mi mamá, mi hermana menor y mi cuñado a su lado, mientras mis hijas disfrutan de la piscina bajo el sol de la tarde. Yo me quedé quieto, observando. El sol empieza a caer, la brisa acaricia la piel, el olor salado del mar se mezcla con la arena tibia y el sonido de las olas parece marcar un ritmo lento y perfecto.


Me encanta estar en el mundo de la hotelería. Porque mientras vacaciono, también aprendo de otros hoteleros 😉. Ahora mismo estoy en un hermoso hotel entre Santa Marta y Riohacha, muy parecido a Carey Beach: tranquilo, sin parlantes, con pocas personas y con el mar como música de fondo.


Y la verdad es que yo no llevo muchos años en esto… apenas voy para mi segundo año en hotelería. Estoy comenzando, aprendiendo, equivocándome y corrigiendo, con la ilusión de que cada experiencia me ayude a hacer de Carey un lugar mejor.


📖 Y si leíste el primer artículo del blog, “Carey Beach nació porque yo también buscaba un lugar así” 🌿🌊, ya sabes que siempre estoy en búsqueda de rincones tranquilos para disfrutar con mi esposa o con toda la familia.


Sueño con que algún día, así como yo observo y tomo ideas de otros, alguien que apenas empiece en este mundo vea a Carey Beach como un ejemplo, y se inspire para sacar adelante su propio proyecto. ✨


Hoy, sin embargo, me encontré con una escena curiosa: una pareja que no podía quedarse quieta. Se levantaban de la asoleadora, iban a la piscina, volvían a la playa, agarraban un balón de vóley, lo lanzaban un par de veces y lo dejaban tirado. Luego, otra vez a la piscina, otra vez a la arena, como si estar quietos les picara en la piel.


Lo más gracioso era que casi no hablaban entre ellos: cada uno tenía el celular en la mano, como si hasta en el paraíso necesitaran estar en otra parte. Esa mezcla de moverse sin parar y estar conectados a una pantalla hacía contraste con todo lo demás: el mar sonando, el viento suave, el sol bajando lento.


Y entonces lo confirmé: la tranquilidad no es para todos.


Pero cuando uno logra quedarse quieto, cuando no hay prisa ni distracciones, todo empieza a sentirse distinto. 🌊 El mar ya no es solo paisaje: es un sonido que acompaña, un olor que envuelve, un reflejo de luz que cambia a cada minuto. El tiempo parece detenerse, y en lugar de llenar el día de actividades, uno aprende a dejarlo vacío para que lo llenen los sentidos.


Eso, para mí, es el lujo verdadero: no tener que correr, no tener que demostrar nada, no tener que llenar cada instante de ruido. Solo estar ahí. 🌅


En Carey Beach esa es la intención desde el principio: pocos cuartos, poca gente, casi nada de interrupciones. Un lugar que invita, más que a hacer, a ser.


Y al final, lo interesante es que muchos de los que nos visitan se sorprenden al descubrir que lo que más recuerdan de Carey no es lo que hicieron, sino lo que dejaron de hacer: correr, preocuparse, apurarse.


Porque en Carey Beach, el verdadero lujo no es lo que brilla. 🌴✨El verdadero lujo es la quietud.




 
 
 

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